Este cuento narra la vida de una gatita siamesa desde su nacimiento en un hogar cualquiera, la separación traumática de su madre y las aventuras y desventuras que vive y sufre a partir de entonces. Es tan pequeña, y las situaciones que sufre y su miedo a lo desconocido son tan grandes, que hay momentos en los que decide dejarse morir; pero es entonces cuando recuerda el consejo de su madre, de que debe dejarse llevar por sus vientos. Y así, obedeciendo a su madre, consigue sus propósitos.
El cuento es un canto a la vida y a la familia, expresado no sólo en la alegría de vivir de la mamá siamesa y sus hijos, sino también en la que desborda de la familia sin nombre en la que viven y que juega con ellos y los acarician. Desechará, por tanto, la engañosa seguridad y libertad que proclaman poseer los gatos callejeros, o la vida regalada que le prometen otros bichos peligrosos. En el corto camino de su vida, y a golpes, descubre que existen seres malos y buenos; y, en ese camino, conoce el valor de la amistad bien entendida. El relato despliega un mundo de dos planos: uno en el que viven las personas y sus circunstancias; y el otro, el de los animales: lleno de sonidos, imágenes nocturnas, y movimientos, al que el ser humano no tiene acceso, y en el que también hay significados, miedos, envidias, celos, maldad, tristeza, dolor y soledad. Este cuento despierta la sensibilidad, la ternura por los animales y los seres indefensos; enseña el valor de la amistad, a distinguir entre el bien y el mal, y estimula el cultivo de los valores morales.
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